viernes, 22 de agosto de 2008

¿Crisis? Tenemos la sarten por el mango

Entre las varias entradas que da el DLE para la palabra CRISIS destacan las siguientes:

3. f. Situación de un asunto o proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese.
4. f. Momento decisivo de un negocio grave y de consecuencias importantes.
6. f. Escasez, carestía.
7. f. Situación dificultosa o complicada.

Podemos entrar en arduas discusiones sobre si hay crisis, recesión, no las hay o lo que la ha ocasionado o cómo resolverlo, pero creo que aun así no llegaremos a ninguna parte. A hechos sucedidos es una tontería discutirlos o, aún peor, manipularlos. Creo que la única salida inteligente es estudiarlos, ver sus causas e intentar aprender de ellas para resolver los problemas actuales. Pero lo único cierto es que hay cada vez más paro, más autónomos que se dan de baja, empresas que cierran, beneficios que descienden o se transforman en pérdidas y, sobre todo, que nuestros bolsillos no pueden soportar el nivel de vida de hace solo unos años. Sin embargo los precios siguen siendo más o menos los mismos.
Estoy viendo, oyendo y leyendo en los medios de comunicación complicadas explicaciones, atrevidas afirmaciones y un sinfín de tonterías que no consiguen que cambie la relación entre nuestro bolsillo y las necesidades o caprichos que antes sí podíamos permitirnos. Como digo, no voy a entrar en calificar esto de recesión, ni de crisis ni si durara mucho o poco porque eso es lo que menos nos interesa a todos.

¿Y por qué ha ocurrido todo esto?

1.-Indice de Precios al Consumo (IPC)
El principal responsable es, a mi juicio, la estafa, fraude o como queramos llamar al concepto y cálculo de lo que es el IPC. ¿Quien a estas alturas se cree que el IPC es la representación de una cesta media de la compra del cuidadano español? El IPC nunca ha representado, ni de lejos, el incremente o decremento de los precios. Jamás. Ya pasó con la aplicación del IVA. La idea de este impuesto era sustituir una retahíla de impuestos por uno: el Impuesto del Valor Añadido. Es decir, que si algo costaba 116 pesetas impuestos incluidos, al día siguiente de la aplicación del IVA debería marcarse como 100 + IVA = 116. ¿Y quien hizo eso? ¿Alguien lo conoce? Porque creo que tenemos clarísimo que lo que ocurrió fue añadir a las 116 ptas. el IVA. Sin embargo el IPC no mostro ni por asomo ese incremento. Pero eso solo era un 16%.

2.- Igualacionismo: 100 pesetas = 1 euro
Ahora la situación es diferente. El 1 de enero del 2002 entro a funcionar como moneda el euro. Es obvio decir que todo se transformó en euros, pero no aplicando la sencilla regla de multiplicación. No. Cambiamos la sencilla operación de multiplicar por la aún más sencilla de igualar, es decir:

100 pesetas = 1 euro

Y para satisfacción de los igualacionistas (los practicantes de la religión 100 pesetas = 1 euro), no hemos asimilado esta situación y pensamos en pesetas nuestro sueldo, mientras que hemos asimilado el euro para las compras. Y cuando algo cuesta 1 euro lo vemos como una buena oferta aun cuando antes pagamos por ellos tan solo 100 pesetas.

3.- el Redondeo
Y aún queda un tercer factor: el redondeo. Como 1 peseta era nada, y 5 pesetas poco más que nada, hemos trasladado ese concepto también a los euros. Y así entre el primer productor de un bien o producto y el consumidor final pasan varios intermediarios. Estos han aplicado la regla de igualación y la regla de redondeo y el resultado es un incremento casi geométrico de los precios desde su origen hasta la llegada al consumidor final. Pero esto no habría sido problema si el IPC hubiera sido fiel reflejo de esta realidad: los sueldos habrían subido en la misma proporción y no notaríamos que haciendo la compra, saliendo a tomar unas copas o realizando un viaje, se nos va de manera exagerada el dinero.
Desde aquí no pensamos decir lo que debe hacer el gobierno, el estado o a quien quiera que corresponda la decisión, porque sabemos que solo crearía una discusión que a ninguna parte nos llevaría y aún menos nos daría soluciones. Aunque tengamos clarísimo lo que se podría haber hecho desde esas instancias.
Pero sí podemos dar ideas de lo que podemos hacer. Parece que aún no nos hemos dado cuenta que tenemos la sarten por el mango, que podemos y debemos solucionar nosotros el problema. ¿Una utopía? No, no, no: una realidad muy interesante. Y para demostrar que no se trata de una teoría sino que es un hecho comprobado recientemente y que funciona a las mil maravillas comenzaremos con un ejemplo: la crisis de la construcción, si se nos permite el calificativo de crisis, claro.

Analicemos el problema de la construcción: Todos estaremos de acuerdo que el gran bajón se produjo en enero del 2008, así que comparemos estos primeros meses del 2008 con los precendentes y respondámonos nosotros mismos a las preguntas:

1.-Entre finales del 2007 y principios del 2008 ¿Se ha producido una reducción importante de los sueldos, regulaciones de empleo o pérdida de poder adquisitivo? Creemos que en la misma medida que lo pueda haber habido en otros periodos dél último lustro.
2.-¿En ese mismo período se han encarecido brutalmente las viviendas? Pues precisamente ya se produjo el aviso de la situación actual al descender el incremento de los precios de los inmubles durante el 2007 por lo que más que subir los precios dejaron de subir o bien se estabilizaron.
3.-¿Las entidades financieras incrementaron sus intereses o empezaron a denegar prestamos para adquisición de las viviendas? Es cierto que el euribor subió algo, pero vamos, nada que ver con algo tan espectacular que diera como resultado la actual caída en la venta de viviendas. Y sólo a posteriori han restringido los bancos la concesión de préstamos

Entonces, ¿Por qué ha caído tan estrepitosamente la construcción de viviendas y se ha incrementado el cierre de constructoras y promotoras, previendo que posiblemente esto solo sea la punta de iceberg? Pues a nuestro entender esto se ha producido, simplemente, porque se ha corrido la voz de que los inmuebles estan muy caros, que están además sobrevalorados y que tienen que bajar. Resultado: nadie compra, el mercado inmobiliario se hunde y para más inri, los precios no acaban de bajar porque nadie se acaba de creer que esto tiene que estabilizarse a la baja. Es como cuando la madre no acaba de creer que su hijo ha muerto y le sigue preparando sus comidas, le lava y plancha la ropa y le hace todos los dias la cama. Es decir, tendremos que rezar para que esta crisis siga así si queremos que los precios del metro cuadrado construído se estabilice en un precio razonable. Porque carece de toda lógica que los precios se mantengan si nadie compra y por consiguiente nadie vende. Lo esperable habría sido que al ir subiendo las viviendas, perder poder adquisitivo y ascender poco a poco los interes bancarios para las hipotecas, el mercado se hubiera resentido lentamente hasta llegar el nivel actual. Pero no ha sido asi. El 2007 dio un pequeño aviso pero fue en el primer mes del 2008 cuando el descenso de las ventas fue drámatico y absoluto para el sector. Y volvemos al inicio: sueldos que unicamente suben el IPC, precios que se igualan y redondean (según lo explicado al principio) y pensar en euros los precios mientras los sueldos los pensamos en pesetas. El resultado lo estamos viendo actualmente.

¿Qué nos enseña todo esto? Pues tan sencillo de concepto como difícil de llevar a cabo: pongámonos de acuerdo para dejar de comprar. ¿Dejar de comprar qué? Pues lo que decidamos: dejemos de comprar en ciertos establecimientos o, aún más fácil, dejemos de comprar ciertos productos. También podemos comprar en pesetas. Ya que sabemos que no vamos a volver a la peseta, o eso dicen, traslademos los precios a pesetas y una vez hecho esto decidamos si queremos pagar ese precio por ese producto. Es curioso, ¿Sabéis cuál será el resultado? ¡¡¡Nos asustaremos!!!

A todo lo dicho, es triste ver como los productores primarios de bienes de primera necesidad (leche, huevos, carne, cereales, frutas, verduras, etc.) manifiestan constatemente que siguen con los mismos precios de hace 20 años. Y, por poner un ejemplo, hace 20 años se compraba el kilo de limones a 25 pesetas (0,15 euros) y ahora se pueda pagar con normalidad 500 pesetas (3 euros). Y ahora preguntate si tu sueldo mensual de hace 20 años (100.000 pesetas=600 euros por ejemplo) se ha convertido en la misma proporción (2.000.000 pesetas = 12.000 euros).

Si aún no crees o no tienes claro que esto sea asi, pregunta a gente que conocía los precios de productos de primera necesidad de, por ejemplo Francia o Alemania de hace 20 años y de ahora. Te dirá que hace 20 años era muchísimo más barato comprar huevos, leche, pan, yogures, queso, naranjas, lechugas, etc aquí que allí. Hoy, prácticamente, no hay diferencia. Eso sí, el salario mínimo interprofesional en España se sitúa en 600 euros mientras que en Francia está por encima de los 1.300 euros. Y claro, a cualquiera nos dará igual que luego los objetos de lujo o prescindibles sean mas caros porque no estamos obligados a comprarlos. No así la leche, los huevos, el pan o prácticamente cualquier producto alimenticio.

Para resumir todo lo dicho, ¿Qué crees que pasaría si todos nos pusieramos de acuerdo en dejar de comprar una determinada marca de yogures, de leche, de pan, etc etc.? ¿O si decidimos que no compramos en una determinada superficie, o dejar de poner gasolina en una marca de estaciones de servicio? Dicen además acertadamente que la cadena se rompe por el eslabon más débil. Pues bien, cojamos en cada zona el hipermercado o la marca de combustible de menos representacion y dejemos de comprarles durante una buena temporada: dos, tres o cuatro meses. Su poderío hará que no cierren pero sí que se vieran obligados a tener que bajar los precios. Al fin y al cabo así funciona la Bolsa. ¿Tenemos o no tenemos la sarten por el mango?

No hay comentarios: